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Autor : Mario Rizo Rivas
Fecha : 04 Julio del 2023
Fuente: Forbes
Una de las enseñanzas favoritas de mi abuelo tenía forma de chiste. Es tan conocida, que seguramente la gente tiene mil versiones, pero la que conozco es esta: un día, un pescador está solo en su balsa en el mar, cuando se suelta una tormenta. El hombre termina en el agua, apenas sujetado a la última tabla que queda de su embarcación, y temiendo la muerte, le pide a un ser superior que lo salve. A los pocos minutos pasa un carguero, desde donde le lanzan un salvavidas. El pescador lo rechaza porque está esperando a que la ayuda llegue del cielo. Luego se acerca una cuadrilla de motos acuáticas y le ofrecen llevarlo a la orilla. “No, porque espero la ayuda que vendrá de arriba”, contesta. Finalmente, un helicóptero lo ve y se acerca para que tome la mano de uno de sus tripulantes. También los rechaza.
Exhausto y deshidratado, el pescador muere ahogado. Cuando llega al cielo, lo primero que hace es reclamarle al patrón de ahí por haberle fallado. “¿Haberte fallado?”, le responde ofendido, “¡si te mandé un carguero, motos acuáticas y hasta un helicóptero!”.
A veces, cuando la situación económica se dificulta, las empresas pueden sentirse como que están naufragando. Los últimos años han ocurrido una serie de golpes, a nivel mundial incluso, que quitan el sueño a más de una persona. El Fondo Monetario Internacional, en un informe publicado este 2023, dice que: “el crecimiento caerá desde 3,4% en 2022 a 2,8% en 2023, antes de estabilizarse en 3,0% en 2024. Se prevé que las economías avanzadas experimenten una desaceleración del crecimiento especialmente pronunciada, desde 2,7% en 2022 a 1,3% en 2023.” Y eso sin contar la inflación, que no parece estabilizarse hasta 2025.
La pandemia de la covid-19, las fricciones de Estados Unidos y China, así como los conflictos bélicos entre Ucrania y Rusia son algunos de los factores que influyen en este diluvio llamado economía. Y quienes más lo resienten son las pymes, que además de ser el 85 % del Producto Interno Bruto (PIB), y representar el 90 % de las unidades de negocio que hay en México, son en su mayoría empresas familiares.
Sin embargo (y sé que muchas personas esperaban que por fin llegara a una buena noticia), es posible que lo que ayude a las diferentes industrias del país no sea una solución rápida y espectacular —como la que esperaba el pescador-náufrago—, sino otra que tiene que ver más con el contexto político que vivimos: el nearshoring.
¿Qué es el nearshoring?
Es una estrategia de negocios que permite a las empresas acercar los centros de producción a sus mercados de consumo. Es decir, en lugar de depender de la mano de obra de una fábrica en China, una marca de ropa de Estados Unidos decide buscar proveedores en México. Este recorte de distancia también implica menos intermediarios en los procesos, lo que además significa un recorte en los costos, y una oportunidad para el territorio que tiene la fortuna de estar geográficamente más a la mano.
¿Por qué ocurre ahora el nearshoring?
Las fricciones entre dos potencias como Estados Unidos y China, los conflictos bélicos y el resabio de la pandemia de la covid-19 son algunas de las causas de esta reconfiguración, que paso a paso comienza a mostrar algunos buenos números en México. No solamente Tesla ha puesto sus ojos en el territorio, sino que otras industrias del ámbito manufacturero también lo han hecho y es la oportunidad que las pymes deben aprovechar.
¿A quién comienza a beneficiar el nearshoring?
Según datos del INEGI, la actividad de las empresas manufactureras aumentó poco más del 5 % el año pasado, superando el promedio de los 10 años anteriores. Varios proyectos de nearshoring ya están instalados en el país, sobre todo en el norte: Nuevo León, Coahuila, Guanajuato y Chihuahua son los más beneficiados. Así que no sorprende que los datos del INEGI muestren que aquella región es la más beneficiada,
Además, la empresa de consultoría, comercialización y servicios inmobiliarios CBRE comparte que la ocupación de naves industriales, por causa del nearshoring, está creciendo en México.
Es decir, las pymes nacionales tienen una gran oportunidad de acercarse a empresas globales para convertirse en sus proveedores: es un salvavidas bastante grande.
Esto significa, entonces, que se vienen algunos retos que no conviene ignorar: garantizar la calidad de los procesos y servicios de las pymes que están dentro de la industria manufacturera, mejorar y/o optimizar la maquinaria para que la producción sea capaz de atender las necesidades de los nuevos clientes, encontrar el talento que sea capaz de gestionar relaciones comerciales y operativas con las contrapartes de otros países cumplir con los requerimientos (legales, de certificación, etc.) que permiten exportar e importar materia prima adoptar herramientas digitales para hacer más eficientes los negocios, desde contar con un sitio web con toda la información (en dos idiomas) y facilidad de navegación, hasta una plataforma para realizar pedidos en línea.
Ya no se trata de un lujo o algo que se puede dejar para después, cuando llegue una solución inmediata por arte de magia, porque el agua sigue subiendo de nivel y no parece que vaya a aminorar la tormenta pronto. Quien no abrace este salvavidas tal vez se arrepienta después.
Las empresas familiares tienen que tomar decisiones ahora, para preparase y tomar el salvavidas.
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